François Truffaut
denuncia en esta película la actitud de los adultos que no son
capaces de percibir a los niños como personas: o son autoritarios o
les ignoran; les inculcan el miedo y también la culpabilidad. En la
versión literaria del film, Truffaut escribe: «La piel dura quisiera
plantear esta pregunta: ¿Por qué se olvida tan frecuentemente a los
niños en las luchas que emprenden los hombres?».
[Una secuencia de la película La piel dura,
de Truffaut, señala magistralmente la diferencia entre el mundo de
los niños y el de la escuela, la lejanía entre maestros y alumnos.
La maestra, mademoiselle Petit, intenta sin ningún éxito que los
alumnos reciten un texto de «El Avaro», de Moliére, en el que
Harpagnon dice: «¡Al ladrón, al ladrón, al asesino, al criminal…!».
Los alumnos, y sobre todo uno de ellos, Bruno, lo recita de
memorieta, dando la sensación de que no lo comprende en absoluto.
La maestra insiste varias veces, pero todo es inútil, el alumno,
recita sin ningún tono, sin inflexiones de voz, sin gestos… La
misma maestra lo interpreta con el fin de hacerle comprender cómo
se debe hacer, pero ni por esas. Bruno vuelve a comenzar sin entusiasmo,
en tono rutinario e inexpresivo; por suerte para él, es
interrumpido por un profesor que entra y sale con la maestra de la
clase. En ese momento todo cambia. Cuando la maestra hace su salida
y Bruno se cerciora de que va hacia el patio, radicalmente se
transforma y dice: «Os voy a demostrar cómo lo haría Harpagnon».
Bruno da en ese momento una lección de interpretación deslumbrante,
magistral, moviéndose por toda la clase, vibrando en su
interpretación; un verdadero actor, que no quiso sorprender a su
maestra, pues hubiera caído en ridículo ante los demás. En este
caso Bruno es el ganador en la escaramuza.]
La primera lección del maestro:
La primera lección que el maestro (Profesor François Richet) de La piel dura imparte a sus alumnos. Se puede interpretar que habla, en boca del propio Truffaut:
«Quería
deciros que si elegí el oficio de maestro fue porque guardo un mal
recuerdo de mi juventud y porque no me gusta la forma en que se
trata a los niños. La vida no es fácil, es dura, y es importante
que aprendáis a endureceros para que podáis enfrentaros a ella,
ojo, endureceros no ser insensibles. Por una especie de extraño
equilibrio, aquéllos que tuvieron una infancia difícil están
generalmente mejor dotados para enfrentarse a la vida adulta que
aquellos otros que disfrutaron de protección o de un exceso de
cariño. Es una especie de ley de compensación. Más adelante
tendréis hijos, y yo espero que vosotros los queráis y que ellos os
quieran. En realidad, ellos os querrán si vosotros los queréis. Si
no, traspasarán su amor o su afecto, su ternura, a otras personas o
a otras cosas. Porque la vida está hecha de ese modo: no podemos
vivir sin querer y ser queridos».
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